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El deporte no descansa. Geoffrey Recoder
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Geoffrey Recoder

31, octubre 2025 - 5:08

Deporte bajo fuego

El deporte mexicano atraviesa un momento complejo. En un mismo fin de semana, un aficionado del Cruz Azul murió asfixiado en el Estadio Olímpico Universitario, un joven de 16 años seguidor de las Chivas fue asesinado presuntamente por un pseudoaficionado del Atlas, y en el Gran Premio de México se registraron riñas que mancharon el espectáculo. Tres escenarios distintos, un mismo diagnóstico: la violencia ha invadido los espacios deportivos mientras las instituciones encargadas de prevenirla guardan un silencio inadmisible.

La Ley General de Cultura Física y Deporte, en su artículo 74, establece que “la Comisión Especial contra la Violencia en el Deporte es un órgano colegiado de carácter permanente encargado de prevenir, atender y erradicar los actos de violencia en eventos deportivos, así como de coordinar las acciones con autoridades federales, locales y organizadores”. Dicha comisión, coordinada por la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (CONADE), debería operar de forma activa, pero su presencia es apenas testimonial.

El caso de Rodrigo Mondragón, aficionado celeste que murió tras ser sometido por guardias privados, refleja la ausencia de controles institucionales y la negligencia en la capacitación del personal que debería proteger a los asistentes. En Guadalajara, el asesinato de “Lalito” evidencia que las viejas rivalidades entre pseudoaficionados continúan sin regulación, y que la cultura de odio avanza sin castigo. Incluso la Fórmula 1, símbolo de glamour y orden, fue escenario de golpes y gritos ante la indiferencia de la autoridad.

El deporte, concebido como un espacio de paz y convivencia, se está convirtiendo en territorio de riesgo. Sin mecanismos de vigilancia real ni voluntad de aplicar la ley, los estadios y arenas son ahora espejos de una sociedad fracturada. La Comisión Especial contra la Violencia en el Deporte no puede seguir siendo una figura decorativa: su inacción contradice la ley y agrava la impunidad que rodea cada nuevo hecho de sangre. Urge que se active antes de que la violencia acabe por silenciar el espíritu mismo del deporte.

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